La Semana Santa
2021 es historia. Ahora esperamos desafiar la de 2022 en unas circunstancias distintas
a las actuales, confiando en el efecto vacunas y en la denominada inmunidad
rebaño. El reanudar la marcha después de dos años sin salidas procesionales significa
lo del título de la conocida película y canción, “volver empezar”. Es lógico
pensar el cómo y en qué medida las cofradías afrontarán el hecho de reemprender
lo interrumpido en 2019. El arranque, en un principio, tiene dos vertientes:
a) La Social. Desde
la restricción pandémica las directivas de las cofradías han intentado
permanecer vivas organizando puntuales eventos como opúsculos, viacrucis,
conferencias, exposiciones, actos religiosos, realizados bajo las consiguientes
limitaciones. Habrá que sospesar las consecuencias en el tejido social de las
mismas, midiendo el mantenimiento o disminución del número de congregantes en
el listado de cada una de ellas. En definitiva, comprobar cómo ha funcionado el efecto
fidelidad.
b) Participativa.
El principal objetivo de una cofradía es el acto procesional. Del mismo cuelgan
diferentes aspectos. Uno de ellos y de cierta importancia será restablecer los
equipos de portantes, primordialmente, de los pasos cargados a hombros. Los veteranos
han acumulado a sus espaldas dos años más. Tocará echar el anzuelo para pescar
nuevas incorporaciones. El tradicional caladero de las colles castelleras
también han sufrido inacción. Queda la duda si esta renovación será fácil o
habrá dificultades insoslayables. Posiblemente las bandas contarán con menos problema.
De todas maneras, después de dos años de ayuno faltará demostrar el apetito
semanasantero del personal, en líneas generales.
La reentré de
2022 servirá para aflorar, una vez más, el debate del recorrido de la procesión
del Santo Entierro. El Rambla sí, Rambla no. Antes de entrar en intentar
deshacer este especie de nudo Gordiano, lo razonable sería preguntarse lo que
sucede con esta importante procesión. Conocer los motivos por los cuáles, un determinado
colectivo de espectadores y participantes la consideran demasiado larga y
pesada. ¿Es una realidad la incapacidad de soportar algo menos de tres horas de
desfile procesional? Cabe analizar, uno por uno, los distintos factores desmotivadores.
Lentitud y largos parones, cansancio de los portantes, inapetencia, falta de
ilusión o espíritu de sacrificio, entusiasmo decadente, aburrimiento, escaso
aliciente, monótona variedad musical, cómoda televisión, desinterés ciudadano, horario
inadecuado, excesivas procesiones previas, etc. Primero ver y procurar curar la
herida antes de seccionar (recortar) la extremidad dañada. Quizás convendría
realizar un ejercicio de imaginación para “enganchar”, de nuevo, a los
asistentes entorno a nuestra más emblemática procesión. La inexistencia de
consenso y unas alternativas un tanto complicadas, merece de un más largo y
meditado artículo. Tiempo habrá para
ello.
Siguiendo con el
repaso de aspectos a reconsiderar de cara al futuro tenemos el papel de las
instituciones oficiales. ¿Es satisfactorio? Determinados detalles apuntan a la
existencia de una cierta prevención a implicarse plenamente en la Semana Santa
dando facilidades, apoyos, ayudas y promoción sin reservas. Hay dudas respecto
a que el distanciamiento puede provenir de motivos ideológicos o políticos. Pero
resultan inexplicables si observamos como en otros lugares donde figuran
corporaciones de carácter más radical, se prodigan con entusiasmo y sin reparos,
aunque se trate de un acontecimiento privado de origen religioso. No se pueden
obviar sus raíces históricas, tradicionales, culturales, efectos económicos,
turísticos y el buen nombre de Tarragona. Por lo tanto, no se la puede relegar
a un nivel secundario. No se trata de la clásica fiesta surgida al aire de una
determinada moda circunstancial o coyuntural.
Otro aspecto a
tener en cuenta, es la gran transversalidad social puesta de manifiesto en la
intervención de todo tipo de personas desde abuel@s a niet@s, hombres y mujeres,
del centro o del barrio más extremo, a nadie se le pide carnet de pertenencia
alguna, solo sentimiento, generosidad y gratuidad personal.
Esta nueva etapa
también podría servir para que la ASST se examinase a sí misma. ¿Realiza lo
imprescindible o puede hacer algo más? ¿Cumple su objetivo? En su conexión con
las diferentes instituciones civiles y eclesiásticas de la ciudad. En ahondar en
la coordinación de las doce cofradías integrantes. En divulgar y promover los
valores de nuestra Semana Santa externamente e internamente. En procurar prolongar
el recorrido temporal de los habituales tres o cuatro meses de actividad del
mundo cofrade tarraconense suscitando actividades religiosas, sociales, expositivas,
lúdicas en el transcurso del resto de año. En fomentar las visitas de
colectivos escolares, jubilados, amas de casa, organizaciones culturales,
entrando en los circuitos turísticos para dar a conocer nuestro patrimonio
artístico (pasos). En definitiva, aglutinar el común objetivo de remar todos en
la misma dirección para mejorar nuestra Semana Santa.
Finalmente queda
el tema de situar y poner en valor nuestra Semana Santa. Es cosa de todos. Evidentemente, no alcanza el
alto nivel de las más conocidas y emblemáticas. Pero tampoco debemos olvidar o menospreciar
sus atractivas peculiaridades, sus interesantes y variadas propuestas
artísticas, culturales, religiosas y de un decorado urbanístico priveligiado. Por
un lado conservando lo bueno, original y distintivo de la misma. Por otro,
impulsando aquellas innovaciones que sean precisas para darle empuje y
actualidad. Quizás nos falta un poco de convencimiento para saberla vender
tanto internamente, como externamente. Sin situarnos en el extremo de la
retórica frase, “la mejor Semana Santa de Catalunya”. Ni quedarnos en la
conformidad del argumento de “haber tocado techo”. Ni un extremo, ni otro. Con
esta nueva etapa, las Instituciones, Agrupación y cofradías tienen un importante
reto.