¿QUE
SEMANA SANTA NOS ESPERA?
Con el agua caída estos pasados meses parece que, en
estos momentos, la tormenta haya escampado. Vana ilusión. Según parece, seguiremos
sumidos en sustos, rebrotes, serias dudas sanitarias, bulos, órdenes y contraordenes
e inseguridades de las administraciones, hasta que un día (sea lo más pronto
posible) amanezcamos con una vacuna o fármaco salvador. Por lo tanto hablar del
futuro inmediato de la Semana Santa es hacer volar libremente la imaginación.
Puesto en esta tesitura se puede realizar un ejercicio de lucubración con cuatro
posibles escenarios.
El
primero,
partiría del supuesto que, el actual, panorama del Covid-19 continuara más o
menos igual, sin vacuna ni medicamentos aliviadores. Tras un verano de altibajos
nos adentraríamos en un otoño e invierno de incertidumbres e inquietudes. Seguirían
determinadas limitaciones. Con o sin niveles restrictivas. Transcurrido el
periodo navideño, un tanto diferente, nos presentamos en el mes de enero de
2021 sin ideas claras de como celebrar la próxima Semana Santa. No hay ensayos
de los portantes de pasos. Algunas bandas los realizan para no perder el tino. Las
cofradías permanecen sumidas en dudas organizativas a la espera de nuevos
acontecimientos. Al final, se tomaría la decisión de celebrar una Semana Santa
“estática”. Sin movilidad, ni procesiones. Para matar el gusanillo, la máxima aspiración
quedaría circunscrita al establecimiento de visitas controladas a los pasos
situados en Sant Agustí, Natzaret, Sant Miquel, Sant Llorens y Sant Nicolau de
Bari en Pau del Protectorat. Intento de lograr una autorización para efectuar
un Viacrucis restringido por el interior o los alrededores de la Catedral. Todo
ello bajo estrictas medidas precautorias. No se vislumbran otras posibilidades.
Segundo
escenario.
El Covid-19 estaría controlado sanitariamente, pero no en cuanto a su solución definitiva.
No hay plena seguridad sobre su completa desaparición. Surgen puntuales y
vigilados rebrotes internos y foráneos. Ensayos de las primeras vacunas sin evidencias
o certezas en cuanto a su efecto inmediato a toda la población. Siguen las
medidas precautorias y no se permiten realizar actos públicos multitudinarios, evitando
aglomeraciones. Desgraciadamente los de índole religiosa suelen estar un poco
más en el punto de mira. Otros de carácter populista y festivo quedarían en el
ámbito de mayor permisividad. Imposible sacar los pasos a la calle. Los oficios
de Jueves Santo al 50%. Se pediría autorización para realizar un viacrucis, el
Viernes Santo, por la parta alta de la ciudad, desfilando con el personal
convenientemente separado y cubiertas de capuz actuando de mascarilla. Solo
participaría el Sant Crist de la Sang. Como cada autonomía tendrá su particular
vara de medir, sería inevitable una mirada de reojo a lo permitido en otros
lugares emblemáticos de Andalucía, Castilla-León, Murcia…. Surgirían los
habituales agravios comparativos.
Tercer
escenario.
Control “casi” absoluto del coronavirus. Se confía en los efectos positivos de
las vacunas experimentales, principalmente, en segmentos de población de riesgo.
Como la profilaxis no ha llegado a la mayor parte de la población, siguen
vigentes algunas medidas preventivas, evitando, principalmente, concentraciones
de público. Recomendación responsable (no obligatoria) de utilizar mascarillas,
lavado de manos, distancias. Cabría la posibilidad de celebrar la procesión del
Sant Enterrament con pasos a ruedas. Veríamos por la calle a Vetlleu i pregueu, La flagel·lació, El
Cirineu, Jesús és despullat, Crist de la Humiliació, Sant Crist de la Sang,
Descendiment de la creu y Retorn del Calvari. Sus portantes
convenientemente cubiertos ofrecen un cierto margen de seguridad. Cosa
impensable en los llevados a hombros. Las típicas colas de nuestras vestas
constituirían un buen elemento de guardar distancias junto al requisito ir
todos cubiertos. Realizando determinadas gestiones sería factible sacar peanas
dotadas de ruedas para las imágenes solitarias emblemáticas como el Sant Sepulcre y la Soledat (conseguidas en alguna parroquia o población cercana). No
dejaría de constituir un momento emocionante para muchas personas. El fin de
una pesadilla y un principio de un sueño.
Cuarto
escenario.
Desaparición total del Covid-19. No hay riesgos superiores a la clásica gripe.
Contamos con una vacuna eficaz y se aplican medicinas curativas. Poco factible
para 2021. Más previsible para 2022. Llegará el crucial momento de reanudar el
normal desenvolvimiento de la Semana Santa. Aparecen dos alternativas. Seguir
por la senda anterior a la pandemia o aprovechar las circunstancias para
realizar algunos cambios. Faltaría saber: ¿de qué tipo y en qué sentido? Seguramente
asomará el debate sobre el recorte de recorrido.
Las cofradías se verán en la necesidad de recomponer
su ámbito social. Dos años de ausencias pueden acarrear efectos contrapuestos.
Uno, pesaría el espectro del abandono, el desánimo, la apatía. Otro, el de la
revitalización con el resurgimiento de renovados estímulos con ansias de
emprender una nueva etapa.
No deberíamos olvidar que el Covid-19 marcaría, en
las personas, huellas psicológicas y morales, junto a problemáticas económicas
y familiares. Hay quien opina de la existencia de un antes y después en el
funcionamiento de la sociedad, en general. Admitiendo este supuesto, la Semana
Santa, también, sufrirá consecuencias colaterales como otros acontecimientos y ámbitos
tanto locales como globales.
Una cosa es evidente. La grave crisis de la Guerra
Civil, acarreó un desastre patrimonial de envergadura. En esta ocasión los
pasos no habrán sufrido cambios sustanciales. Quizás el parón sirva para
algunos necesarios retoques.
Las cofradías, posiblemente, también sufrirán
determinadas consecuencias económicas. Incógnita en cuanto a las subvenciones
oficiales. Aquí hará falta que nuestras instituciones sean conscientes de la
importancia y valor de la Semana Santa tanto en aspecto cultural, histórico,
tradicional como de atracción turística. No es fruto de una improvisación, moda
o como se dice vulgarmente de “cuatro días de existencia”. Por otra parte
habría que recabar en las donaciones particulares, bastante habituales en otros
lares.
Otro tema a considerar será el de los pasos llevados
a hombros. Antes de la pandemia, determinadas cofradías, empezaban a detectar
algún problema para encontrar recambio para los portantes de toda la vida.
Después de, prácticamente, dos años de inactividad aparecerá la necesidad de
reagrupar los correspondientes equipos. ¿Funcionará el plan “renove”? ¿Será
fácil? ¿Estará el personal suficientemente motivado para ello?
No habrá que despreciar el aspecto sociológico
entroncado al psicológico. La pronosticada crisis económica puede favorecer un cambio
o replanteamiento de los valores del personal. Quizás decaiga la costumbre de
viajar y buscar otros lugares de ocio, volviendo al disfrute de los propios
recursos hogareños o familiares. Puede concurrir el supuesto de que los habitantes
de Tarragona se queden en sus domicilios y los de la vecina Barcelona no se
alejen demasiado de su gran urbe, albergando la tentación de conocer las
tradiciones y la monumentalidad de una ciudad cercana como la nuestra. Siempre
han existido dudas sobre el conocimiento y el acercamiento de los barceloneses
hacía Tarragona. Ni tampoco, nosotros, hemos sabido darnos a conocer con
demasiado acierto. Pero esto, es otra historia.
Para cerrar esta especie de viaje al futuro solo
queda recordar aquellos que nos han dejado de manera prematura, inesperada, impotente,
dolorosa y solitaria. Ni tampoco olvidarnos de quienes, por edad u otras
circunstancias, se enfrentan a un incierto camino. Que el rememorar la Pasión
de Cristo dentro de los tradicionales actos de la Semana Santa sirva de recuerdo,
refuerzo, aliciente, sosiego, paz, para el espíritu y el cuerpo.