dijous, 18 de juny del 2020

¿QUE SEMANA SANTA NOS ESPERA?




¿QUE SEMANA SANTA NOS ESPERA?
Con el agua caída estos pasados meses parece que, en estos momentos, la tormenta haya escampado. Vana ilusión. Según parece, seguiremos sumidos en sustos, rebrotes, serias dudas sanitarias, bulos, órdenes y contraordenes e inseguridades de las administraciones, hasta que un día (sea lo más pronto posible) amanezcamos con una vacuna o fármaco salvador. Por lo tanto hablar del futuro inmediato de la Semana Santa es hacer volar libremente la imaginación. Puesto en esta tesitura se puede realizar un ejercicio de lucubración con cuatro posibles escenarios.

El primero, partiría del supuesto que, el actual, panorama del Covid-19 continuara más o menos igual, sin vacuna ni medicamentos aliviadores. Tras un verano de altibajos nos adentraríamos en un otoño e invierno de incertidumbres e inquietudes. Seguirían determinadas limitaciones. Con o sin niveles restrictivas. Transcurrido el periodo navideño, un tanto diferente, nos presentamos en el mes de enero de 2021 sin ideas claras de como celebrar la próxima Semana Santa. No hay ensayos de los portantes de pasos. Algunas bandas los realizan para no perder el tino. Las cofradías permanecen sumidas en dudas organizativas a la espera de nuevos acontecimientos. Al final, se tomaría la decisión de celebrar una Semana Santa “estática”. Sin movilidad, ni procesiones. Para matar el gusanillo, la máxima aspiración quedaría circunscrita al establecimiento de visitas controladas a los pasos situados en Sant Agustí, Natzaret, Sant Miquel, Sant Llorens y Sant Nicolau de Bari en Pau del Protectorat. Intento de lograr una autorización para efectuar un Viacrucis restringido por el interior o los alrededores de la Catedral. Todo ello bajo estrictas medidas precautorias. No se vislumbran otras posibilidades.

Segundo escenario. El Covid-19 estaría controlado sanitariamente, pero no en cuanto a su solución definitiva. No hay plena seguridad sobre su completa desaparición. Surgen puntuales y vigilados rebrotes internos y foráneos. Ensayos de las primeras vacunas sin evidencias o certezas en cuanto a su efecto inmediato a toda la población. Siguen las medidas precautorias y no se permiten realizar actos públicos multitudinarios, evitando aglomeraciones. Desgraciadamente los de índole religiosa suelen estar un poco más en el punto de mira. Otros de carácter populista y festivo quedarían en el ámbito de mayor permisividad. Imposible sacar los pasos a la calle. Los oficios de Jueves Santo al 50%. Se pediría autorización para realizar un viacrucis, el Viernes Santo, por la parta alta de la ciudad, desfilando con el personal convenientemente separado y cubiertas de capuz actuando de mascarilla. Solo participaría el Sant Crist de la Sang. Como cada autonomía tendrá su particular vara de medir, sería inevitable una mirada de reojo a lo permitido en otros lugares emblemáticos de Andalucía, Castilla-León, Murcia…. Surgirían los habituales agravios comparativos.

Tercer escenario. Control “casi” absoluto del coronavirus. Se confía en los efectos positivos de las vacunas experimentales, principalmente, en segmentos de población de riesgo. Como la profilaxis no ha llegado a la mayor parte de la población, siguen vigentes algunas medidas preventivas, evitando, principalmente, concentraciones de público. Recomendación responsable (no obligatoria) de utilizar mascarillas, lavado de manos, distancias. Cabría la posibilidad de celebrar la procesión del Sant Enterrament con pasos a ruedas. Veríamos por la calle a Vetlleu i pregueu, La flagel·lació, El Cirineu, Jesús és despullat, Crist de la Humiliació, Sant Crist de la Sang, Descendiment de la creu y Retorn del Calvari. Sus portantes convenientemente cubiertos ofrecen un cierto margen de seguridad. Cosa impensable en los llevados a hombros. Las típicas colas de nuestras vestas constituirían un buen elemento de guardar distancias junto al requisito ir todos cubiertos. Realizando determinadas gestiones sería factible sacar peanas dotadas de ruedas para las imágenes solitarias emblemáticas como el Sant Sepulcre y la Soledat (conseguidas en alguna parroquia o población cercana). No dejaría de constituir un momento emocionante para muchas personas. El fin de una pesadilla y un principio de un sueño.

Cuarto escenario. Desaparición total del Covid-19. No hay riesgos superiores a la clásica gripe. Contamos con una vacuna eficaz y se aplican medicinas curativas. Poco factible para 2021. Más previsible para 2022. Llegará el crucial momento de reanudar el normal desenvolvimiento de la Semana Santa. Aparecen dos alternativas. Seguir por la senda anterior a la pandemia o aprovechar las circunstancias para realizar algunos cambios. Faltaría saber: ¿de qué tipo y en qué sentido? Seguramente asomará el debate sobre el recorte de recorrido.
Las cofradías se verán en la necesidad de recomponer su ámbito social. Dos años de ausencias pueden acarrear efectos contrapuestos. Uno, pesaría el espectro del abandono, el desánimo, la apatía. Otro, el de la revitalización con el resurgimiento de renovados estímulos con ansias de emprender una nueva etapa.
No deberíamos olvidar que el Covid-19 marcaría, en las personas, huellas psicológicas y morales, junto a problemáticas económicas y familiares. Hay quien opina de la existencia de un antes y después en el funcionamiento de la sociedad, en general. Admitiendo este supuesto, la Semana Santa, también, sufrirá consecuencias colaterales como otros acontecimientos y ámbitos tanto locales como globales. 
Una cosa es evidente. La grave crisis de la Guerra Civil, acarreó un desastre patrimonial de envergadura. En esta ocasión los pasos no habrán sufrido cambios sustanciales. Quizás el parón sirva para algunos necesarios retoques.   
Las cofradías, posiblemente, también sufrirán determinadas consecuencias económicas. Incógnita en cuanto a las subvenciones oficiales. Aquí hará falta que nuestras instituciones sean conscientes de la importancia y valor de la Semana Santa tanto en aspecto cultural, histórico, tradicional como de atracción turística. No es fruto de una improvisación, moda o como se dice vulgarmente de “cuatro días de existencia”. Por otra parte habría que recabar en las donaciones particulares, bastante habituales en otros lares.
Otro tema a considerar será el de los pasos llevados a hombros. Antes de la pandemia, determinadas cofradías, empezaban a detectar algún problema para encontrar recambio para los portantes de toda la vida. Después de, prácticamente, dos años de inactividad aparecerá la necesidad de reagrupar los correspondientes equipos. ¿Funcionará el plan “renove”? ¿Será fácil? ¿Estará el personal suficientemente motivado para ello?
No habrá que despreciar el aspecto sociológico entroncado al psicológico. La pronosticada crisis económica puede favorecer un cambio o replanteamiento de los valores del personal. Quizás decaiga la costumbre de viajar y buscar otros lugares de ocio, volviendo al disfrute de los propios recursos hogareños o familiares. Puede concurrir el supuesto de que los habitantes de Tarragona se queden en sus domicilios y los de la vecina Barcelona no se alejen demasiado de su gran urbe, albergando la tentación de conocer las tradiciones y la monumentalidad de una ciudad cercana como la nuestra. Siempre han existido dudas sobre el conocimiento y el acercamiento de los barceloneses hacía Tarragona. Ni tampoco, nosotros, hemos sabido darnos a conocer con demasiado acierto. Pero esto, es otra historia.
Para cerrar esta especie de viaje al futuro solo queda recordar aquellos que nos han dejado de manera prematura, inesperada, impotente, dolorosa y solitaria. Ni tampoco olvidarnos de quienes, por edad u otras circunstancias, se enfrentan a un incierto camino. Que el rememorar la Pasión de Cristo dentro de los tradicionales actos de la Semana Santa sirva de recuerdo, refuerzo, aliciente, sosiego, paz, para el espíritu y el cuerpo.