ESPERAR
SIN DESESPERAR
A menos de tres
meses vista se puede aventurar otra Semana Santa casi en blanco. El Covid19 sigue
presente en sucesivas oleadas y mutaciones. Con la esperada vacuna iniciando su
largo recorrido, en abril, estaremos lejos de la llamada “inmunidad de rebaño”.
Siendo realistas transitaremos de puntillas por la Semana Santa de 2021. Hay
que pensar en un escenario de actos puntuales, selectivos o localizados, como
recordatorio de una religiosidad popular.
Resignados, una
vez más, surge la pregunta: ¿Qué puede ocurrir en 2022? Partiremos de estos
cuatro supuestos perfectamente factibles. 1) En estas fechas una buena parte de
la población habrá sido vacunada sin alcanzar la citada inmunidad total. 2) Los
expertos pronostican que el virus continuará existiendo, pero mitigadas sus
consecuencias. 3) Todavía no existirá el fármaco adecuado para contener el
virus y 4) Subsistirá la necesidad de usar mascarillas, evitando aglomeraciones
o concentraciones masivas. Con todo ello nos enfrentaremos a una Semana Santa
2022 un tanto light, diferente a lo vivido hasta 2019. Para confeccionar el
guion de la previsible película de la Semana Santa 2022 conviene tener en cuenta
los siguientes aspectos.
ESPECTADORES. Si
las cosas no cambian demasiado es la parte más difícil de controlar. No depende
exclusivamente de los organizadores. Primeramente, habrá que contar con la
predisposición, opinión y coherencia de las administraciones públicas. Y en
segundo lugar tenemos la incógnita del comportamiento y la responsabilidad
individual de las personas. Atar todo ello es tarea ardua porque entran en juego
intereses de todo tipo: políticos, económicos, sociológicos, turísticos y
tradicionales. Contemplar los videos de procesiones de algunas famosas localidades
resulta extraordinariamente revelador para darnos cuenta de que no es un plato
de fácil condimento. Parece obvia la dificultad de cómo organizar toda aquella
ensalada de público y asistentes.
La procesión del
Santo Entierro de Tarragona no se encuentra en esta tesitura de extremada y
pasional expectación. La dispersión de espectadores por todo el recorrido es
relativamente controlable y reconducible. La primera medida sería evitar las
habituales concentraciones en lugares concretos como pl. de Palau, Pl.
Catedral, Mercería, Baixada Misericordia, Pescateria. Luego vendría la
redistribución en otros espacios amplios y abiertos como el paseo de Sant
Antoní, pl. de la Font, La Rambla. Sin olvidar calles, actualmente,
“desangeladas” de Sant Pau, Conde de Rius, Sant Agustí. Tarea de orientar,
dirigir, reubicar al personal mediante una buena información. Dado el perfil de
nuestro tipo de espectador, diferente a otros eventos festivos, estas medidas
serían entendibles. El resto de procesiones quedarían supeditas en analizar
cuáles son viables y de qué manera.
PASOS. Para
2022, con las actuales perspectivas, parece improbable verlos desfilar a costal
o a hombros tipo Tarragona. Deberemos esperar hasta disponer de una fehaciente
inmunidad. Por otra parte, existe la posibilidad de sacar los pasos de ruedas con
portantes utilizando mascarillas o encapuchados. También el uso de andas. Todo
ello ajustable a los requisitos o criterio de las autoridades componentes. No
precisamente las de Málaga y otras semejantes. En otras partes, como Valladolid,
no se observan demasiados inconvenientes.
Tampoco Orihuela y poblaciones con carrozas movidas a motor eléctrico o las
simplemente empujadas por calles llanas.
Tarda de Divendres Sant a la Plaça del Rei
En nuestra ciudad
contamos con siete pasos a ruedas con posibilidades de salir si el listón marcado
lo permite. Algunas imágenes emblemáticas y solitarias se podrían colocarse
sobre andas de seis u ocho portantes o peanas a ruedas. En este supuesto
entrarían la Soledat, el Sant Sepulcre, el Cristo del Buen Amor, el Jesús de la
Oració a l´Hort, Vetlleu i Pregueu, Sant Sopar, Ecce Homo, etc.
LOGISTICA
PROCESIONAL. Es relativamente menos difícil de compaginar. En general, las
cofradías no ofrecerían inconvenientes para adaptarse a las exigencias de las
autoridades. Hay ganas y necesidad de organizar algún tipo de procesión, aunque
sea, bajo determinadas condiciones. Las medidas, seguramente, girarían entorno
al número, control y separación de participantes, obligatoriedad de ir encapuchados
o con mascarilla, músicos convenientemente distanciados, ordenación del
recorrido o del número de procesiones, adaptar horarios, intervalos temporales,
etc.
COFRADIAS. Han
pasado unos meses de conformismo e inoperancia. Ultimadamente aparecen signos de
actividad e incipientes movimientos. Aspecto muy importante desde la vertiente
humana y social. Dos años consecutivos sin Semana Santa significa un duro golpe
a la afiliación y el ánimo de los seguidores. No es de extrañar que los
responsables de las cofradías estén, actualmente, seriamente preocupados en
evitar una deserción o disminución de la moral de sus congregantes. Alguien
puso nombre a esta hipotética defección. Es la palabra, “desacostumbrarse” a un
sentimiento, a una tradición, a una práctica, a una devoción, a una rutina de
cada año. Puede haber personas que a su
cofradía o los actos de la Semana Santa la perciban como una cosa lejana,
prescindible. Por esto la presente inquietud es la de llevar a cabo actos como
una especie de recordatorio y memoria, evitar el olvido, manteniendo la llama
de la ilusión. Por lo tanto la Semana Santa 2022 significaría un engrasar y
poner de nuevo la maquinaria en marcha de cara a un futuro.
Es evidente que,
con lo expuesto, el año 2023 debería constituir el de la definitiva
RECUPERACION volviendo, paulatinamente, al sistema habitual. Pero, no nos
engañemos, será preciso realizar un gran esfuerzo para RECOBRAR los distintos
aspectos en que se sustenta una tradición de años: reincorporar la masa social,
recomponer la economía, apoyos y ayudas, subvenciones, renovar directivas,
además de poner en funcionamiento todo lo que gira o depende de la misma (portantes,
componentes de bandas, acondicionamiento de pasos e imágenes, vestuario, enseres,
…). Nos encontraremos ante un exigente “volver empezar”.
La evolución
sanitaria será clave. Aparecen diferentes opiniones de expertos de cara al
futuro. Confiemos en los más optimistas. El Covid-19 nos habrá cambiado la vida
a nivel personal, familiar, social, económico, laboral y quién sabe si también
nuestras predilecciones, fundamentos o valores humanos, emergiendo nuevos
parámetros psicológicos y sociológicos. En muchos lugares hubo otra travesía del
desierto durante la pasada contienda civil, en otras dolorosas circunstancias y
con una desgraciada destrucción del patrimonio de imágenes. Cosa no existente
en la actualidad. Acojámonos a este vaso
medio lleno.
Finalmente, un
punto de reflexión. El tiempo deja huella en las personas. Tengo la intuición
de que todo esto representará abrir una puerta a renovaciones en estructuras directivas
de algunas cofradías. Quizás sea ocasión de confiar en la existencia de un
relevo generacional, vulgarmente conocido como “introducir caras nuevas”.
Necesariamente estas incorporaciones humanas tendrán la responsabilidad de
emprender el camino de una reapertura y reconstrucción de la Semana Santa
después de la pandemia. La tarea no es fácil pero tiene sus alicientes para llegar
hacer historia. Han existido otros momentos de crisis desembocando en una
inesperada revitalización y activación. Siendo positivos, es otra perspectiva
con la que debemos contar. Solo nos queda desear que Dios nos acompañe por el
páramo sentimental de dos años sin Semana Santa.