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Desde la distancia percibo, un año más, el latir
de la Semana Santa tarraconense. Algo que para quienes estamos lejos nos
transmite una cierto sentimiento y emoción no exenta de interés y nostalgia.
Me llegan noticias de tres novedades para este año. Una, es el cambio en el proceso de la recogida de pasos
y su llegada a la plaça del Rei con el propósito de facilitar una mayor fluidez
a la misma. La medida beneficia a los participantes (principalmente portantes)
y espectadores a los que se les ahorra una espera innecesaria. Además se les ofrece
el valor añadido de poder estar en la plaza del Rey un mayor tiempo
contemplando los pasos y viviendo los momentos previos a la salida de la
procesión del Santo Entierro. Son instantes que los tarraconenses no le damos
la debida importancia. En cambio a los visitantes les impresiona el marco y el
entorno de la citada plaza, el comprobar de cerca el valor estético de los
pasos, el movimiento y expectación de gentes, el ambiente familiar de abuelos,
padres y nietos preparándose para la salida y los diferentes rituales que preceden al inicio
de la citada procesión.
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Jesús Natzarè. Foto: Dani Pallejà |
La segunda novedad es el cambio de fecha del
Pregón de la Semana Santa. Cosa lógica y normal que se da en la mayor parte de
poblaciones. Aquí también aparece otro valor añadido aligerando de actos un
Domingo de Ramos muy denso. Bendición de palmas. Oficio en la catedral.
Procesión de la borriquita. Via Crucis de la Sang. De todas maneras no estaría
mal pensar y estudiar dos alternativas.
Por una parte darle mayor empaque escénico y
contenido al acto del propio Pregón. No solamente con la búsqueda del renombre
del presentador. Sería una buena medida el acompañamiento de un concierto de
marchas procesionales de evidente atractivo para el público en general. Tampoco
estaría mal la presencia de los pendones
de las diferentes cofradías en el escenario del acto. Le daría mayor identificación
y empaque al mismo.
Por otra, trasladar la procesión de la
“borriquita” a la mañana del Domingo de Ramos enlazándola con la bendición. El citado paso podría salir de
Sant Joan y el transcurso del trayecto hasta la llegada a la catedral recoger e
incorporar las familias con los niños que acuden a Les Coques. Participar en la
corta procesión hasta la puerta de la Seo y luego regresar, después del oficio,
hasta la iglesia de San Agustín. La tarde quedaría para un mayor protagonismo y
participación al Via Crucis de la Sang.
Finalmente existe la novedad de una procesión
organizada por la Cofradía del Cristo de Buen Amor por la parte baja de la
ciudad. Puede constituir una oportunidad de ofrecer una “descentralización” urbana
de eventos semanasanteros abriéndolo a otros ámbitos ciudadanos menos
habituales dando la posibilidad a unos cofrades a desfilar con su paso titular.
Esperemos que tenga una buena acogida.
Todo lo anterior es una muestra de la permanente
revitalización de nuestra Semana Santa. Cosa siempre necesaria. Pero no olvidemos
la existencia de otros importantes retos todavía pendientes comentados en otras
ocasiones. Uno de ellos es la de darle otro aire a nuestro principal acto: la
procesión del Santo Entierro. Una especie de asignatura pendiente. Es evidente
la problemática de la misma y de su paulatina decadencia tanto en expectación
como participación. La expresiones “lenta”, “pesada”, “largas paradas”,
“cortes”, “difícil de presenciar en toda su integridad”, “trayectos vacíos”, “frialdad
ambiental”, suelen ser las calificaciones habituales en opinión de una mayoría de
personas. Solución complicada al confluir diferentes cuestiones. Unas de tipo
estructural, como la peculiaridad de algunas calles del recorrido, itinerario
excesivo, pasos llevados a hombros, la entrada a la plaça del Rei, horario
adecuado, accesibilidad… Otros de tipo personal como la actitud, colaboración o
el comportamiento de organizadores, congregantes, directivas de las cofradías, armats,
portans, bandas, participantes y espectadores en general. Como se puede comprobar los aspectos a considerar son amplios
y complejos cuya solución no proviene de la acción de una barita mágica sino de
unos consensos y paulatinas decisiones o probaturas.
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Plaça del Rei. Foto Dani Pallejà |
Todo lo anterior demuestra que nuestra Semana
Santa esta activa y viva. Como tal
presenta diferentes y variados frentes abiertos: promoción y comunicación
mediática, idoneidad musical, alternativas económicas, relaciones entre
cofradías y la Asociación, búsqueda de una mayor integración de la sociedad
tarraconense, calendario y solapamiento de actos, colaboración institucional, etc.
Tampoco hay soluciones fáciles pero se puede ir marcando prioridades eligiendo
los eslabones a superar sucesivamente.
Lo importante es que sigamos enamorados y
apasionados por la Semana Santa de Tarragona asistiendo con espíritu positivo, buena
voluntad, interés, perseverancia, afecto y cariño a uno de los principales acontecimientos
de la ciudad, no suficientemente valorado, en sus vertientes de carácter
sentimental, religioso y tradicional. Finalmente, y no es
banal deseo, espero que la climatología nos acompañe y no sea motivo de
inquietud y preocupación.