dilluns, 27 d’abril del 2020

UNA SEMANA SANTA DE SOFÁ Y TELE



UNA SEMANA SANTA DE SOFÁ Y TELE

Esta pasada Semana Santa ha sido especial. Nos ha permitido disfrutar de otras sensaciones nada habituales en años anteriores. Las diferentes televisiones autonómicas nos han ofrecido procesiones, en diferido, del año 2019. La espectacular “madrugá” sevillana con las sensibles levantás, las vistosas chicotás, las emocionantes salidas y entradas a templos, en medio de un apasionado gentío abarrotando las calles. El canto legionario acompañando el impresionante trono del Cristo de la Buena Muerte malagueño con más de 250 portantes (¿de dónde salen?). El entrañable abuelo (Nazareno) de Jaén, en medio del fervor y las saetas del público. La procesión de mujeres vestidas de negro y con mantilla de Badajoz. Cáceres con una mezcla de pasos llevados a costal y varales, algunos, cargados por cuadrillas de mujeres y chavales muy jóvenes. La esplendida imaginería vallisoletana de Gregorio Fernández y su escuela, autentico museo andante en medio de un sobrio desfile. Los bombos de Zaragoza haciendo frente a la noche lluviosa con el Pilar de fondo. La desconocida sencillez y sobriedad pueblerina de un ventoso Alcañiz. Los sencillos y expresivos motetes cantados por coros de fieles de Crevillent. El lanzamiento de papelitos llenos de aleluyas de Torrent, la única población de la Península con una reina de la Semana Santa. Las peripecias de unos portadores de pasos bajando por las escaleras desde lo alto del barrio de Santa Cruz de Alicant, atiborradas de un vehemente público. El trabajo artesanal de primorosas palmas de Elx. Las bellísimas tallas de los salzillos de Murcia, llevados de manera titubeante por los estantes con vestimentas tradicionales y nazarenos de capirotes romos con barrigas rellenas de caramelos. El estremecedor rito medieval de los empalaos de Valverde de la Sierra con seis metros de soga amarrando su torso. Todo ello hubiera sido imposible de estar presente, como es costumbre, en Tarragona.

Este batiburrillo de procesiones contempladas relajadamente en el sofá me ha permitido, sin darme cuenta, volar mentalmente a Tarragona, sirviendo de propiciatoria ocasión para elucubrar las siguientes conclusiones respecto a nuestra Semana Santa:

Que, sin demasiados alardes y opulencias, nuestra procesión del Santo Entierro es seria, digna y bastante atrayente. Tiene la ventaja de ofrecer una correlativa descripción de la Pasión de Cristo. Es como asistir a un especie de viacrucis en movimiento. Contrasta con la repetitiva iconografía de cristos y vírgenes de otras partes. Los sucesivos pasos van discurriendo con relativa frecuencia sin largas esperas. Factor a considerar y saber apreciar.

Que nuestro acervo artístico tiene un múltiple interés. Contamos con un grupo de pasos de corte estético clásico y de acertado acabado. Otro grupo lo forman aquellos pasos con una tipología singular o de formato y de peculiar estilo. Y un tercer conjunto de evidente nivel artístico inferior a los anteriores. No hace falta enumerarlos porque los tarraconenses, sin demasiada dificultad, los tiene perfectamente enmarcados en cada uno de los citados grupos. Lógicamente no disponemos de las históricas y poderosos obras barrocas andaluzas, castellanas, los salzillos, los benlliures, ni de los potentes trabajos de los actuales imagineros sobresalientes en espectro semansantero. Aceptando las citadas diferencias, nuestro conjunto, se puede catalogar de correcto sin desentonar.

Que la manera de llevar nuestros pasos a hombros mediante ganchos es singular, casi me atrevo a considerar como única (quizás exista en algún otro lugar, que desconozco). Tiene su mérito siendo todavía más destacable cuando transcurren por calles de la parte alta. No quiero entrar en la polémica si el andar o balanceo de un paso es mejor a el de otro. Cada uno podemos tener una opinión respecto a sus peculiaridades y preferencias. Pero disponemos de una originalidad vistosa y atrayente a la cual debemos otorgar su mérito, importancia y consideración.

Que las tres horas de duración de nuestra procesión del Santo Entierro no son tan excesivas como se nos quiere dar a entender. Esta dentro de lo más o menos normal. No es cuestión de comparar con las seis, ocho, diez horas de algunas salidas andaluzas. Aquello es otro mundo. Además disponen de recambio de cuadrillas de costaleros. Quizás, se puede pensar que ellos disponen de una “afición” (perdón por el argot futbolístico) dispuesto a soportarlo todo.

Que, en algunos casos, abusamos del acompañamiento musical de excesiva contundencia percutida. Hay pasos merecedores de un acompañamiento más suave y melódico. Se podría subsanar con una transformación al estilo agrupación musical o pequeñas bandas de música de instrumentación autóctona.

Que visto lo visto, en Tarragona, se echa de menos, un poco más de calor y pasión alrededor de nuestros actos procesionales. En un determinado momento vemos la entrega emocional del público (subida de pasos a la plaza del Rey) pero en el recorrido de la procesión del Santo Entierro se detecta una cierta frialdad. Ello no quiere dar a entender que debemos ir cantando saetas por esquinas o desde los balcones. No es lo nuestro, ni falta nos hace. Pero la seriedad no debe estar reñida con una cierta dosis de “afición” nombrada más arriba que se puede resumir en mayor cantidad de público en las aceras y rincones privilegiados, las sillas ocupadas, los vecinos “peleándose” en colocar las suyas. En fin, un poco más de entusiasmo y expectación. Es nuestra manera de ser y no se puede cambiar fácilmente. Quizás, en el fondo, es consecuencia de una infravaloración social e institucional de nuestra Semana Santa. No la sabemos apreciar ni poner en el sitio adecuado dentro del patrimonio cultural, tradicional y religiosidad popular de nuestra ciudad.

De todas formas después de esta pandemia nos enfrentaremos a una realidad distinta a nivel general y en concreto de la Semana Santa. No sabría catalogar si de futuro incierto o de reconversión. De no aparecer una vacuna a corto plazo (año 2021) nos enfrentaremos a una Semana Santa distinta. Con posterioridad, según evolucionen los fármacos, espero la existencia de una revitalización producto de un cambio de prioridades de la sociedad. Algo parecido a lo ocurrido a finales del pasado siglo. Es previsible un reajuste en las prioridades y valores impuestos por los condicionantes económicos disminuyendo las necesidades de viajes, vacaciones, ocio, el salir a cualquier precio de la ciudad. Quizás se reaviven valores de siempre como la tradición o encuentros familiares, una reactivación de la religiosidad popular, las creencias no hedonistas. Algo parecido a lo ocurrido a finales del pasado siglo. Amén.